Un fin de semana fuera

Necesitábamos un descanso, así que cuando nos enteramos que en el colegio del niño organizaron una excursión al museo lunar nos pareció una buena excusa para salir un poco de la ciudad. Y me puse a buscar un sitio cercano al museo en el que pasar el fin de semana. Se ve que últimamente estoy algo saturado porque el sitio que elegí no era exactamente como pensaba… aunque luego todo salió bien, quizás mejor de lo esperado.

El caso es que yo andaba buscando un sitio amplio, tipo casa rural, con cocina y terraza a poder ser. Bueno, lo de la cocina era, en teoría, imprescindible porque llevamos para cocinar. Y la terraza sí que nos apetecía para descansar un poco al aire libre. Había visto en las fotos que la terraza estaba chula, con su sombrilla, su jardincito y sus cojines sillas terraza para descansar. Y se ve que quedé tan contento con el tema de la terraza que no miré más fotos.

Cuando llegamos al hotel, la propietaria nos llevó a la habitación. Y ya cuando entré me di cuenta de mi error: no tenía cocina. Todo se debió, en parte, a un malentendido. Juraría que eran apartamentos, y yo entiendo siempre que un apartamento lleva cocina, pero en este caso no. La cuestión es que a poco que yo me hubiese informado bien me habría dado cuenta de que, efectivamente, no tenían cocina. En las fotos no aparecía por ningún lado. Pero yo no había mirado bien las fotos… aparte de la terraza.

Así que lo que hice fue a sentarme a la terraza, que sí era exactamente lo que yo había visto en las fotos. Allí estaba el jardín, la sombrilla y los cojines sillas terraza. Y es que se trataba de una terraza orientada al sur con lo que daba el sol permanentemente. Supongo que en verano debe ser un horno, pero cuando fuimos nosotros en febrero fue un verdadero placer. Y entonces, mientras estaba yo allí disfrutando del sol, llegó mi mujer y me preguntó: pero, oye, ¿dónde está la cocina? A lo que yo respondí: pero a qué está bien la terraza, ¿eh?

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