El acné vulgar es una enfermedad inflamatoria que afecta a ocho de cada diez adolescentes. Pese a su prevalencia incluso en adultos, existe un desconocimiento general sobre las causas detrás de esta afección cutánea. Como avalaría cualquier dermatologo acné Vigo, se trata de una infección bacteriana, esencialmente.
La bacteria denominada Cutibacterium acnes está detrás de un porcentaje mayoritario de los casos de acné. Su presencia no es necesariamente negativa, pues se integra en el microbioma cutáneo de forma natural y participa en ‘labores’ necesarias. Pero cuando su población excede ciertos límites, ocasiona un desequilibrio responsable de las espinillas, granos y otras manifestaciones de acné.
Esta bacteria, conocida previamente como Propionibacterium acnes, sobrevive gracias a los residuos orgánicos que se acumulan en la superficie cutánea. Se estima que también influye en la producción de sebo, sustancia natural pero nociva en niveles altos.
Y es que este material oleoso favorece el desprendimiento de las células y su acumulación sobre los folículos, al punto de obstruirlos e impedir su correcta oxigenación.
Cuando el microbioma cutáneo pierde su estabilidad, comienzan a producirse reacciones adversas. Además, Cutibacterium acnes puede incrementar su tolerancia a los antibióticos con el paso del tiempo. De ahí que los excesos de esta bacteria sean difíciles de regular, en ocasiones.
Pero existen otros microorganismos que propician el acné. Dos de ellas son la Propionibacterium granulosum y Propionibacterium acnes, pero pueden citarse el hongo Malassezia furfur o la Corynebacterium aerobios. Estos y otros agentes bacterianos establecen colonias en las zonas más sebáceas de la piel.
Aunque la falta de limpieza no es responsable directa del acné, es innegable la importancia de mantener unos hábitos de higiene regular. Con la regularidad justa y necesaria —pues los excesos agravan la situación—, este hábito conlleva una mejora sensible del acné y de la salud de la piel en general.