Cuando escuchaba hablar de los spas pensaba que era una cosa para ‘mayores’, algo exagerado. ¿Quién quiere pasarse una hora entre burbujas?, pensaba yo. Es lo que tiene prejuzgar las cosas. Lo primero es probar, y luego juzgar. Un día a mi pareja le dieron un regalo en el trabajo que consistía en una noche en un hotel con spa. Esa fue la primera vez que entré en uno.
Fui en plan escéptico, pero, poco a poco, me fui dando cuenta de que aquello no era lo que yo pensaba. Estar en la sauna finlandesa y luego meterse en la piscina fría o ponerse bajo la ducha cubo es una experiencia que hay que probar. Supongo que es fácil acostumbrarse a la buena vida, ¿no? Me di cuenta de que el spa no son solo ‘burbujas’ aunque las burbujas también están bastante bien…
Desde aquello, tanto mi pareja como yo nos aficionamos a los spas y siempre que podemos nos escapamos a uno. La última vez ha sido la gloria. Nos regalaron un bono regalo spa en Andorra que disfrutamos al máximo. Nunca habíamos estado en Andorra. De hecho, ni mi pareja ni yo nos van los deportes de invierno. Me gusta ver el esquí por la tele, pero me parece algo demasiado complicado. Pero en Andorra se puede hacer bastante más cosas que esquiar, aunque sea uno de sus principales atractivos.
En el Principado abundan también los balnearios que aprovechan las aguas naturales procedentes de las montañas. Algunos de los spas de Andorra están entre los más famosos de Europa. Y no es una casualidad. Aprovechamos a tope el bono regalo spa en Andorra, descansando cuerpo y mente. Sobre todo la mente porque una de las cosas que facilita un balneario es resetear la cabeza. Tras unos meses de estrés, nada como un buen spa para recargar las pilas.
¿Y qué es lo peor del spa? Como se suele decir es volver a casa donde no hay spa, ni jacuzzi ni nada de nada. Pero bueno, todavía no estoy tan acostumbrado al lujo como para construir un spa en casa, en caso de que tuviera espacio y dinero para hacerlo, claro.