Hace seis meses que no entro en una tienda de ropa. No es que antes me pasara la vida en las tiendas, pero sí que solía ir, al menos, un par de veces al mes. Pero con el tema de la pandemia he perdido las ganas. Y no se trata tanto de tener miedo a contagiarme, sino de la incomodidad que supone actualmente ir a cualquier parte con la cantidad de normativos más o menos irritantes que imponen a los propietarios de las tiendas y, por ende, a los consumidores que acuden a ellas. Concretamente, acudir a una tienda de ropa y no poder probártela, no tiene mucho sentido: para eso la compramos por internet y nos ahorramos el viaje.
Algo parecido está sucediendo con los muebles. A mí me gustaba acudir cada cierto tiempo a las mueblerías para echar un ojo. Aunque también me gusta revisar con mimo los catálogos, la última decisión siempre la tomo en la tienda: quiero probar la silla en la que me voy a sentar, tocar la mesa, y encender la lámpara. Y es que comprar un sofá, al fin y al cabo, no es como comprar un pantalón vaquero, requiere un poco de reflexión.
Pero ahora la situación es radicalmente distinta. Ni siquiera sé cómo estarán ahora las tiendas de muebles, pero imagino que ya no permitirán que los muebles sean probados por los clientes o ni siquiera los tendrán expuestos. De cualquier manera, muchos tendremos que comprar muebles online en los próximos tiempos. Y no hay mal que por bien no venga, porque comprar online tiene sus beneficios.
Desde luego, en la mayoría de los casos es más barato si haces las compras por internet. Por otro lado, cada vez más, los propietarios trabajan sus tiendas online para ofrecer el mejor servicio posible. Vale, es cierto que no vas a poder ‘tocar’ lo que compras, pero casi, casi. Así que lo de comprar muebles online no va estar tan mal. A mí me ha salido todo perfecto con unas cortinas y una silla que compré para mi hijo. Además, ya estamos acostumbrados a montar nosotros mismos los muebles, ¿no?