Desde hace tiempo, la industria alimentaria está temiendo la llegada del denominado Nutri-Score, una especie de semáforo nutricional que tiene como objetivo facilitar la lectura de los elementos nutricionales que contiene un alimento. Y, por supuesto, se ha desatado la polémica. Algunos de los alimentos genuinamente españoles como el jamón ibérico o el aceite aparecerían en rojo si se siguen al pie de la letra las directrices europeas. Y ya se sabe: rojo es peligro.
Toda esta polémica nos devuelva a la situación de siempre sobre lo que es comer sano y lo que no es comer sano. Al menos, desde que los consumidores tenemos acceso a investigaciones científicas y las autoridades exigen a la industria alimentaria que informe adecuadamente a los consumidores sobre los ingredientes y elementos nutricionales que conforman dichos productos, todos nos interesamos mucho más por lo que comemos y, se supone, que tenemos una información más fiable sobre ello.
Pero la realidad es que, cada cierto tiempo, cambia la “tendencia”, por llamarlo así. Todo el mundo recuerda cuando comer un huevo al día era casi peor que fumar. O cuando el aceite de oliva era el jugo del diablo. Ahora pasa con la margarina, entre otros productos. Yo al menos tengo suerte en este sentido porque siempre he preferido la mantequilla asturiana. Nunca me convenció la margarina, pero la respeto: muchos miembros de mi familia siguen fieles a ella.
Pero a mí la mantequilla siempre se me hizo como más natural, y según las autoridades científicas este “otoño/invierno” la mantequilla será saludable: siempre en cantidades moderadas claro. ¿Pero podemos estar seguros que lo comemos es sano y natural con el nuevo semáforo nutricional?
Yo creo que también debemos tener un poco de sentido común y someter las noticias (incluso las “científicas”) a un filtro racional. Al final, más allá de esos cinco o seis alimentos que todos sabemos que no son buenos, existen decenas de productos que, en cantidades moderadas, no tiene por qué crear ningún problema. Y luego está nuestro gusto personal: a mí nadie me va a quitar mi mantequilla asturiana, ni la revista Science, ni un top 10 sacado de internet.